EPISODIO 15 • SUPERYÓ

Él se detesta cuando no utiliza su potencial al máximo, Él se detesta cuando miente, Odia quedarse callado y no reivindicar lo que vale, Él detesta la hipocresía de los demás hacia su persona, Él detesta estar al mando, parece que cuando lo hace, todo se estanca.

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Onami me lo contó hace dos años. Derek solo vino a destruirlo todo y luego desaparecer. Algunos dicen que tuve algo que ver con su fuga. Que fue culpa mía. Pero desde que llegué, escapar hacia el atardecer eterno ha sido más sencillo para Onami bajo mi mando. No me pesa el orgullo; me sobra la iniciativa. Esta última semana me he entregado al gimnasio como nunca, y siento que en las últimas tres semanas he trabajado óptimamente. Me siento mejor física y mentalmente. Al parecer, alguien más también lo ha notado.

Onami y yo lo disfrutamos de verdad. Nos gusta observar juntos La Luna, El Sol, Las Nubes, Las Estrellas, Los Aviones, el Atardecer… No tengo recuerdos claros de mi vida antes de los 17, entre enero y agosto. Era como si viviera solo una parte, y no abrazara todo lo que soy. Odiaba los días grises que llegaban tras diciembre. Pero ahora, con Onami, hemos aprendido a disfrutar incluso lo que antes dolía. Abrazamos el cambio y la contradicción. Somos un buen amigo, jefe, hermano, hijo… Desde que llegué, Onami dejó de renegar. Amaba el frío, pero aprendió a disfrutar los días de sol, a vivirlos sin miedo. Descubrió lo inexplicable de pisar la playa, sentir la arena entre los dedos, oler el mar mientras rompen las olas. De niño lloraba por el ardor del sol, ahora abraza el color tostado que lo cubre después de trepar piedras y caminar bajo la cascada. Aunque antes su cuerpo era una carga, hoy atesora cada vivencia, incluso con incomodidades.

Últimamente, Onami y yo andamos en busca de experiencias. Sentimos que no vivimos lo suficiente. La pandemia nos robó años clave de juventud. Si no fuera por ese post en Facebook que decía “se nos está yendo la juventud”, quizá Onami no se habría lanzado a vivir con tantas ganas. Yo quiero disfrutar al máximo los ocho veranos que me quedan en mis 20’s. Quiero sentir el cautivante sol en mi rostro, el aire salado en el cabello, correr hacia el mar, nadar, fundirme con el atardecer eterno que nos tiene fascinados desde siempre.

Quienes conocieron a Onami hace más de cinco años ya no encuentran rastros del que solía habitar aquí. Por eso siento que me quiere, que me abraza. Estamos aprendiendo a vivir. Cuando nos detenemos a ver el cielo, y ese cometa que se acerca desde enero, nos hacemos muchas preguntas: ¿Qué vendrá?, ¿Lo lograremos?, ¿Qué más podemos descubrir?

Pero en lo profundo, yo también me pregunto algo que no digo en voz alta: ¿Me dejará Onami seguir siendo parte de Él por más tiempo? ¿Podremos seguir descubriendo juntos nuestras virtudes? Porque si bien le ayudo a alcanzar su máximo potencial, a vivir con valores y propósito… no entiendo por qué querría desecharme. He estado con él más tiempo que nadie más en “este lugar”.

Es cierto, ya no estoy al mando todo el tiempo. Y el impulso que ahora lo empuja a ser tan valiente no es del todo obra mía. Se aleja un poco de la ética que había trazado, pero aún así… me siento parte de su vuelo. Mientras podamos mirar juntos al cielo, contemplar estrellas y cometas, seguir encontrando memorias que nos hacen mejores, estaré en paz.

A Onami lo aman cuando Octavio entra. Lo aprecian cuando Tulum está aquí. Pero lo recuerdan con calidez cuando soy YO quien lo guía a ser ejemplar, ético, completo. Lo vuelvo más cautivante, más él. Es Super divertido estar Yó con Él, cuando me necesita.

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